viernes, 17 de enero de 2014

De lo visible de la invisibilidad

Con semejante título cualquiera pensará en las citas del célebre Principito, 
pues por ahí van los tiros.

Sucede que hay días en los que los acontecimientos se precipitan 
de una manera aparentemente catastrófica, e inevitable
para decirnos algo, para ayudarnos.

Ayer después de salir de la cueva de Platón con ojos curiosos, 
las cosas se fueron torciendo inevitablemente.
Perdí el bus de vuelta con tres grados en la calle,
olvidé una bolsa con contenido importante en un bar
cuyo nombre es lareinaisabela,
se me voló el billete de ida y vuelta para el siguiente bus Valladolid Dueñas,
mis manos se bloquearon ateridas de frío
y ya para rematar la faena, tangana en la Biblioteca.

Una de las cosas que más me desesperan y entristecen,es esa, no la lluvia.
Haber sido bibliotecaria durante años, conocer el sistema desde dentro,
entrar en una como usuaria, pasarme una hora dejando que los libros me hablen,
elegir varios entre tantos, acercarme al mostrador y no poder sacar nada prestado
porque  en mi carnet figura un libro que la última vez no devolvieron correctamente.
Lo sentimos dicen las funcionarias de turno.
Las normas son esas.
Las normas señoras están para saltárselas,
siempre y cuando sea por y para algo bueno.



La utopía de humanizar la sociedad empieza por uno mismo 
sin embargo hay mucha inepto por el mundo.
Oléo de Alyssa  Monk, un portento!

Y resulta que cuando llego a casa, exploto en lágrimas.
Mi dolor deja de ser invisible.
Poco a poco.




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